Las gatas alcanzan la madurez sexual a los 4 o 5 meses de vida, aunque esto depende de la raza. Al llegar a la madurez sexual, las gatas comienzan a entrar en celo cada 2 o 3 semanas y este proceso continúa durante todo el año, a menos que se las desparasite o se las esterilice. Las gatas entran en celo cuando no están preñadas. El celo dura unos 3 o 4 días, pero puede durar más tiempo si no se aparean. Una gata en celo puede volverse agresiva, maullar mucho y arañar muebles y alfombras. El celo también puede ser doloroso para algunas gatas. Los síntomas del celo desaparecen una vez que la gata se aparea o se esteriliza.
Las gatas tienen un ciclo de celo estral de 18 a 21 días, que se divide en tres fases: proestro, estro y diestro. La fase proestro dura unos 7 días e incluye los primeros síntomas del celo, como el aumento de la libido y el maullido. Esta es seguida por la fase estro, que dura unos 5 días e incluye el aumento del apetito sexual y la hinchazón del vulva. La última fase es el diestro, que dura unos 9 días e incluye la disminución del apetito sexual y la regresión de los síntomas del celo. Después de la fase diestro, el ciclo comienza nuevamente con la fase proestro.
El celo puede ser difícil de manejar, pero hay algunas formas de aliviar los síntomas. Algunas gatas pueden beneficiarse de los suplementos de hierbas, como la melisa, el hinojo y la valeriana. También se pueden administrar analgésicos para el dolor, como el paracetamol. Si el celo es muy doloroso o si los síntomas son muy molestos, se puede esterilizar a la gata. La esterilización es una intervención quirúrgica que se realiza para evitar que las gatas entren en celo. La esterilización no es reversible, por lo que es importante que los propietarios de gatos lo consideren cuidadosamente antes de tomar esta decisión.
Desparasitar a las gatas también puede ayudar a aliviar los síntomas del celo. Las gatas que están desparasitadas tienen menos probabilidades de enfermarse y son menos propensas a tener problemas de salud en general. Las gatas desparasitadas también son menos propensas a tener infecciones de las vías urinarias, que pueden ser muy dolorosas. Las gatas que no están desparasitadas también son más propensas a tener problemas de comportamiento, como el arañar muebles y el maullido excesivo. Si una gata no está desparasitada, es importante llevarla al veterinario para que le realice un tratamiento lo antes posible.