Los gatos son muy buenos en ocultar su enfermedad, y a menudo sólo se notarán los síntomas cuando la enfermedad está en un estado avanzado. Sin embargo, hay algunos signos que pueden indicar que tu gato está enfermo:
Cambios en el comportamiento: Un gato enfermo puede ser más lethargico y apático de lo habitual. Puede que no quiera jugar, y puede que pierda el interés en su entorno.
Cambios en el apetito: Un gato enfermo puede perder el apetito o, por el contrario, tener una mayor sed de comer. Puede que no quiera comer nada, o puede que coma más de lo habitual.
Cambios en el pelaje: Un gato enfermo puede tener un pelaje opaco y sin brillo. También puede estar más gordo o más flaco de lo habitual.
Cambios en el comportamiento de la orina: Un gato enfermo puede orinar fuera de la caja de arena, o puede orinar con más frecuencia de lo habitual.
Cambios en el comportamiento del excremento: Un gato enfermo puede defecar fuera de la caja de arena, o puede hacerlo con más frecuencia de lo habitual.
Cambios en el comportamiento de la respiración: Un gato enfermo puede respirar con más frecuencia de lo habitual, o puede hacerlo con dificultad.
Cambios en el comportamiento del sueño: Un gato enfermo puede dormir más de lo habitual, o puede estar más despierto de lo habitual.
Cambios en el comportamiento de la temperatura corporal: Un gato enfermo puede tener una temperatura corporal más alta o más baja de lo habitual.
Cambios en el comportamiento de la lengua: Un gato enfermo puede lamerse más de lo habitual, o puede tener la lengua seca y áspera.
Cambios en el comportamiento de los ojos: Un gato enfermo puede tener los ojos cansados, llorosos o enrojecidos.
Cambios en el comportamiento de las patas: Un gato enfermo puede tener las patas frías o calientes. También puede cojear o tener dificultad para caminar.
Cambios en el comportamiento del oído: Un gato enfermo puede tener el oído sucio o enrojecido. También puede estar más sensible al ruido de lo habitual.
Cambios en el comportamiento del hocico: Un gato enfermo puede tener el hocico seco o enrojecido. También puede estar más sensible al olor de lo habitual.
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